Demente crónica y de mente oscura. Mecida cariñosamente por el balanceo de un sueño inacabado.



Bienvenidos.

Incluso a mí hay veces que me asusta lo mutante que puedo llegar a ser. Hipócrita, nómada, engañosa y hasta puede que un poco serpiente... pero chicos, es lo que hay. Leed si gustais, disfrutad si cabe...



viernes, 3 de junio de 2011

Un mundo feliz.

Quiso quemar directamente su cerebro, pero pensó que sería un sufrimiento demasiado mediocre, quería sentir el dolor de la pérdida paso por paso.
-La pérdida duele, pero su ausencia me devora las entrañas y me hace el fantasma de su recuerdo... - pensó con amargura y desdén.
Empezó rompiendo todas sus fotos: incluso imprimía aquellas que guardaba en el disco duro, para despedazarlas antes de borrarlas.
Continuó desinfectando su armario y su piel... todo olía a él, y no podía soportar la dulce excitación que aquella maldita esencia le envadía por las noches.
Frotó su piel hasta que alguno de sus lunares sangraron. Desinfectó hasta que dolió... hasta que el contacto del estropajo con la piel olió a quemado y a sangre.
Quemó la ropa que el había tocado... y sin darse cuenta, desnudó por completo sus cajones y su cuerpo; por lo que programó una urgente salida de tiendas para tener algo que ponerse.

Empezaba a sentirse un poco más liberada, pero aún necesitaba destruír más. Abrió la ventana de un golpe seco y rotundo, inspiró con esmero una gran bocanda de aire, y la soltó con paciencia y delicadeza... sentía su cuerpo llenarse de una energía nueva y totalmente conductista.
Su piel se erizó, y sus pezones se endurecieron al contacto del viento de la temprana mañana.
Pensaba, analizaba, deducía y actuaba sobre aquel punto asfixiante que no la dejaba avanzar en su interior.

Sintió la ligereza de un cuerpo en vías de desintoxicación, y rió coquetamente.
Se dirigió hacia el rincón donde escuchaba su preciada música, y con una mirada sádica y despiadada, descargó un buen chorro de adrenalina rompiendo cd's, rayando vinilos, descuartizando el equipo de música... La mayor parte de aquel pequeño rincón lo había constituido él. Y ahora, estaba expulsando el espectro de aquel capullo a golpe de locura y odio.

Recorrío la casa bailoteando al son de la única música que él no soportaba, y ella había aprendido a no escuchar en su presencia: Death Metal.
Sonaba en su viejo radiocasset, de un modo distorsionado y tétrico Fuel for hatred de Satyricon.
Su melena se enredaba en el ambiente, y sus neuronas se revolvían ante la liberación de los guturales y gritos de la joven.
Ruido, desorden, locura y grandiosidad psicótica... aquel proyecto de mujer destruyó todo lo que vio a su paso, que le recordara a él. Y cuando su excitación alcanzó su zénit, encendió un cigarro, y contempló orgullosa su caótica obra.

Sintío como con cada calada del inmundo cigarrillo le teñía las tripas de un negro opaco y espeso. Le pareció sentir como su sangre se tornaba líquido alquitrán y elevaba su esencia al máximo exponente de plenitud.
Cogió acrílico negro, del que guarda en el armario de las pinturas cuando le viene un soplo de inspiración, y con una brocha casi sin cerdas, machacó, más que pintó en la pared: KALI.

Fue su firma apoteósica a un proyecto de destrucción, con el que con toda ultranza, mantendría el equilibrio de su desesperanzada vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Intensa descripción de lo que más deseas?
te quiero, es asfixiante pero cierto :)

Munani dijo...

Felizmente destrozado creo yo