Demente crónica y de mente oscura. Mecida cariñosamente por el balanceo de un sueño inacabado.



Bienvenidos.

Incluso a mí hay veces que me asusta lo mutante que puedo llegar a ser. Hipócrita, nómada, engañosa y hasta puede que un poco serpiente... pero chicos, es lo que hay. Leed si gustais, disfrutad si cabe...



martes, 18 de enero de 2011

L.

Ayer soñé contigo.
La luz del crepúsculo cegaba mi visión, y de entre el murmullo del viento que agitaba las hojas de los árboles, te alzaste tú. Salías de forma sublime de un envoltorio cristalino, jugando perfectamente con el claroscuro del aterdecer. Dibujando tu silueta y resaltando la grandeza de tu presencia en el camino.
Volví a verte, y te me antojaste un ángel. El momento se endulzó, y la atmósfera se tornó color caramelo con esencia a lluvia otoñal. Te ví darme la espalda y dirgirte a un camino distinto al mío; agrietando cada paso que dejabas atrás. Haciendo imposible el retorno.
De vez en cuando me parecía tener en mi mente tu mirada precisa y exacta. Esos ojos... profundos y enormes. Tu almendrada mirada color chocolate fundido. Vi ese brillo en la sornisa que tu mirada parecía dirigirme en mi imaginación y me sentí serena y renovada.
No podía contenerme: tenía que llorar de la emoción, o mi interior estallaría en mil golondrinas a la espera de revolotear en tus ondulados mechones azabaches. Las lágrimas resbalaban ardientes por mis mejillas, expresando todos mis deseos de prosperidad que quería para tu vida.
La brisa que dejabas a tu paso, me traía un olor a nostalgia y amor que sólo experimentaba las tardes junto a ti, en aquel banco mirando al mar, y comiendo un helado, aunque fuera invierno. Por muy oscura que fuera la noche, o muy escondido que estuviera el Sol.
El corazón latía siamés al tuyo, lo podía notar. No me he pasado media vida abrazándote en vano, y sentí de verdad que sonreías al notar que mi existencia latía a compás de tu respiración. Te miré alejarte de mí, por aquel angostoso camino, que no conducía a mis brazos, pero levanté el brazo y agité conmovida la mano para despedirte.
Porque pequeña, eres parte de mí. Las dos lo sabemos con certeza. Da igual donde estemos, tú me tienes, y yo te anhelo cada día.

Te quiere:
Caramelo.

1 comentario:

Munani dijo...

Eres muy dulce al escribir, tanto como tu caramelo lo es para ti :)

Saludos!