Demente crónica y de mente oscura. Mecida cariñosamente por el balanceo de un sueño inacabado.



Bienvenidos.

Incluso a mí hay veces que me asusta lo mutante que puedo llegar a ser. Hipócrita, nómada, engañosa y hasta puede que un poco serpiente... pero chicos, es lo que hay. Leed si gustais, disfrutad si cabe...



viernes, 9 de diciembre de 2011

Me rindo...

La artificial sombra que creaba la tétrica luz estropeada de la lámpara del techo, le dio un aspecto más demente a la feliz y destructiva situación en la que me encontraba aquella tarde de pasmoso frío y cruel intensidad sentimental.

Ellos ensayaban allí. Ellos eran inocentes, artísticos y puramente competentes en ese lugar. Yo lo veía algo así como un altar.
Click. Silencio acusador de un acto predeterminado y oscuro.
Nostras, solas, en aquella sala... respirando conspiración y ausencia en cada una de las paredes, comencé a notar como mi cerebro se sobrecalentaba ante ideas maravillosamente sádicas y gores. Se me torcía la boca, en sinuosa sonrisa demente sólo de pensar en dejar suelta mi imaginación, y mis manos para tales actos demoníacos.
Yo quería profanar ese altar. Quería llenarlo de naturaleza, con todo lo que ello significaba. Quería la corrupción absoluta de mi locura.

Ella me mira con cierto aire de sospecha. Yo la examino, juguetona y ansiosa.

- No vas a conseguir lo que quieres, zorra. Aquello a lo que tú aspiras es mío, enteramente mío. Y tú no estás a mi nivel.
- Ahora mismo estoy donde quiero estar, con quien quiero estar y joder... sí voy a conseguir lo que quiero ahora mismo.

Me acerqué a ella. Ella me miró desconcertada, su respiración se tornó agitada e irregular. Lo vi en la ligereza de su pecho, al cambiar tan rápido el claroscuro de su piel.
Transpiración fría. Incertidumbre. Miedo ante una mente desconocida y oculta.
Ella veía en mis ojos la seguridad de una catástrofe sin sentido y agónica.

Comencé a abrazarla. Su pelo olía bien, era delgadita y pequeña al tacto... templada en la textura finita de su joven piel... Y supe que era normal que a él le gustara ese tacto. Celos. Celos primitivos.
El silencio pesaba como una condena en la sala. Y mi desequilibrio emocional se tambaleó.
Saqué del bolsillo de la chaqueta una cuerda de guitarra, y comencé a estrangularla con ella.
La obligué a tumbarse en el suelo, bajo el peso superior de mi cuerpo. Se revolvía, pataleaba, lloraba, gemía deseperadamente de pánico y dolor.
Me escupió, la muy zorra, y logró soltarse de mí. Menos mal, que fui previsora y cerré la puerta antes de que mi demencia diera paso al descontrol de mi cuerpo. Ella aulló de terror, e intentó defenderse de mí. Un golpe seco y rontundo. Mi nariz sangra... eso me incita más a la sangre.
Saco las llaves, y con la más grande y dentada la apuñalo en la boca del estómago, y retuerzo... y giro... quiero verla sangrar. Quiero ver su muerte paulatina ante mis ojos desorbitados. Quería matar a su puta. Una puta matando a otra... la afinidad de la simpleza que cubría el acto resultaba alentadoramente poética y bella. Era la objetiva visión de la maldad y supervivencia humana y natural.
Ella grita con pasión, notando el dolor de mi agresión. Yo me estremezco de placer... se me antojaba maravillosa la manera en la que se me erizaba la piel al estímulo de sus gritos.

Se tambalea por la estancia, buscado con ansia la salvación a su muerte. Mientras me acerco por detrás, y con la guitarra eléctrica que ella adora, le doy en la cabeza. Brecha. Sangre. Inconsciencia...
Yace en el suelo sin razón a causa del golpe, y la contemplo...
La injusta visión de acabar con una inocente vida por el simple hecho de satisfacer el mandato de mis inhumanos celos, me hizo llorar de rabia y arrepentimiento.
Ensimismada en mi propia repulsión, noté de repente algo introduciéndose en mi yugular. Ardiendo. Abriendo. Hiriendo. Matando...
No sabía que objeto era, pero ya daba igual...
Grité de dolor y conseguí ver de forma borrosa la figura frágil y perversa que diez minutos antes quería destruir a toda costa. Me miraba con venganza y desprecio. Me miraba desde arriba... con lágrimas, sangre y odio en su rostro...
Me desangraba, me moría... y no sólo no había conseguido mi propósito sino que... ardería en el infierno por el resto de mi existencia espiritual por permitir que la estupidez irracional controlara el resto de mi esencia humana.

4 comentarios:

Munani dijo...

Me rendí ante lo que escribiste, te salió de maravilla y eso que media muertita :)

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Cuando te pones en plan crudo eres la ostia...
PD: en el anterior comentario he puesto lo mismo, pero se me habia cruzado una tecla y quedaba feo; como soy un poco tiquis miquis, lo he corregido.Un abrazo.

RomancePromise dijo...

Me encanta cómo escribes, ya no sé cuántas veces te lo habré dicho... pero nunca dejaré de repetírtelo!
Mata a esa zorra!