El aire comenzó a ser hiriente en mi garganta, cuando noté el profundo vértigo que me provocaba la corrupta inocencia de tu mirada.
Me arranco la moral del alma, coso mis párpados lentamente para notar la agonía de mi entrega, desgarro sin piedad mi corazón cada momento de desesperación ante tu ausencia.
Mientras tanto, tú no dejes de lamer mi ombligo con obsceno esmero y pasión, por favor.
Mientras tanto, tú no dejes de lamer mi ombligo con obsceno esmero y pasión, por favor.
Destruye todo lo que soy... no te quedes a medias.
Y en los momentos que alcanzo a vislumbrar el dolor de la realidad,
hasta el punto de aceptarla casi como propia,
consiguiendo mitigar el dolor que me ocasiona
la pérdida prematura de tu mano...
vuelvo a recurrir a la palpitante locura de martirizar
mi pobre zona central del pecho preguntando interiormente...
y tú... ¿seguirás deseando más de mí?...
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