Ya hace así como siglos que no sentía ésta extraña y a la vez nostálgica carga entre mis hombros y sobre mis costillas...
Creí que nunca más volvería a sentir de forma parecida. Creí que me había vuelto de acero inoxidable. Por un momento pensé, que había desaparecido mi estúpida y corrompida humanidad.
Al mirar el abismo que encierra la parte superior de tu cara, supe que algo más complejo me engullía, a parte de mi completa falta de equilibrio mental y emocional.
Era algo que irradiaban tus pestañas. Fue una descarga magnética, que me impulsó a acercar mi mano a tu pecho y conectar mi descarga eléctrica a la tuya propia.
Conocía ese chispazo cómplice, y a la vez distante. Comprendía lo que significaba de nuevo todo aquel recelo de luces, sombras, aire y caricias de luna...
Estaba ante algo infernal y doloroso de nuevo, algo con lo que no quería volver a vivir, y sin embargo, decidí apostar mi integridad física a la espera de su condenado regreso.
Integridad física por contacto ancestral y universal.
Parecía justo y bello en mis pensamientos, pero había olvidado el tortuoso camino que conllevaba dicho toque mágico.
Conclusión: Soy gilipollas, a parte de una especie de masoquista extraña, sin gusto ni pasión por el dolor y el sufrimiento.
1 comentario:
Duro e inevitable. Por tanto, bello.
Publicar un comentario