Mañana será otro día. Cuando salga el sol, volveré a tener mi mente ocupada, pensaré en gente a la que hablar, temas de conversación a los que atender, nuevos impulsos artísticos que pulir, nuevos dilemas que afrontar.
En el momento en el que me despierte, y hasta que me vuelva a dormir, crearé una rutina en la que me centre exclusivamente en mi persona; me centraré en seguir adelante sin más.
Me hace caer en la cuenta que a veces no distingo el incio del final de un temor más. Es bastante inquietante esta sucesión de calamidades que suceden en mi cabeza cada pocos segundos.
Las horas del día están perfectamente controladas, la luz del apabullante sol de julio me ayuda en mi tarea, puedo ser todo o nada de nuevo. Puedo controlar minuciosamente estos vaivenes de emociones que no sé administrar. De ahí que prefiera el silencio... de ahí que aún esté estudiando la posibilidad de ser honesta sin más.
Los días, con sus 12 horas llenas de infinitas posibilidades me abrigan la piel y me salvan de no caer al precipicio...
Pero ahora... es de noche y la luna es traicionera y pasional. Ahora la madrugada embriaga mi alma y te amo... la madrugada me embelesa y te necesito... la madrugada es poema y te añoro. Ahora que el silencio se apodera de mi noche, sólo quiero que tu respiración vuelva a ser mi melodía al soñar.
Aún sé que puedo conseguir que una mañana te levantes y pienses "ella es mejor que todas las demás".
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