Sí... es cierto, soy una soñadora ilusa. Lo admito: mantuve la esperanza hasta el último suspiro del último segundo que pude pasar junto a ti. Sí... debo decir, con bastante vergüenza, que solía olvidar tus palabras de advertencia por mis estúpidos sueños platónicos. Era como una niña inocente, ajena a los peligros del amor adulto, esperando a refugiarme en tu dulzura sin pensar en nada más.
Soy tan estúpida... debí escucharte con amor, en vez de idealizarte con locura.
Lo único que siempre quise fue tu amor... y me centré tanto en eso, que olvidé todo lo demás. Sí... lo sé, está muy mal por mi parte. Pero... ¿qué puede esperar un pobre corazón enamorado más que atención y conformidad?
Ambos lo sabemos... la racionalidad no es mi fuerte cuando se trata de ti.
Mi lucidez desaparece por completo cuando pienso en ti. Todo se vuelve un garabato intenso y ardiente en mi pecho y en mi mente, y sólo puedo llegar a pensar "¿qué podría hacer hoy para hacerle feliz? Pero esa pregunta nunca tenía respuesta... y cada vez con más frecuencia veía en tu rostro esa mirada de pena y decepción... odiaba esa mirada.
Supongo que nunca pude hacerte feliz... por mí, por ti... que más da. Lo único seguro de todo esto es que nuestras ideas eran totalmente distintas. Nuestros sentimientos también... quizás por eso nuestro final no ha sido feliz. Ha sido incompleto y triste. Descuidado y confuso. Incierto pero tajante...
Voy a poner punto y final a esto... porque nos merecemos un descanso. Ya duele demasiado esto. Y no tiene ningún sentido ni vale la pena. Sólo quiero decir algo por última vez...
Has sido lo más importante para mí durante cuatro años. Y te amo. Te amo con todo lo que soy.
Gracias por haberlo intentado.
Supongo que ya puedo dejar de desear que te levantes una mañana y pienses... "sí, ella es mejor que todas las demás".
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