Es cierto: no te vi llegar.
A lo largo de mi existencia siempre he sido "La que se conforma". La que pasa los años arrastrando una lánguida tristeza casi crónica. La que tiene que avanzar porque no queda otra.
Con la intuición entumecida, hormigueo en el cerebro, ruido en los sentidos y capas de ceniza en la piel... es difícil vislumbrar la realidad.
Es cierto: no te sentí.
Miles de decepciones tejieron una fina telaraña grisácea alrededor de mis costillas. Achicando el latido de mi pecho, devaluando la urgencia del tacto, compactando el tamaño de mis deseos.
Aunque reconozco que aquel primer contacto con tu clavícula atravesó mis huellas dactilares como una débil corriente de calidez veraniega. Seamos sinceros, no quise reparar en aquella corriente. No valía la pena.
Es cierto: me contuve.
A pesar de la coraza y el fango emocional de mi aura, fuiste abriendo un pequeño afluente de conexiones, que poco a poco, me hacían vagamente más consciente de ti día a día.
Es cierto: tuve pánico.
De aquella química devastadora.
Del abrasador contacto con tu rodilla.
De las furtivas miradas a tu perfil, tu altura y tu cuello.
De aquella risa cómplice que pudo acabar en beso.
Es cierto: todo pasó demasiado rápido.
Ahora no soy capaz de discernir con claridad los días en los que tuve miedo, dudas o reparos. Los momentos que pasamos divagando en nuestras carencias individuales, sin concluir en que lo único que necesitábamos era mirarnos el uno al otro.
Ahora sólo soy capaz de recordar aquel día en el que me senté en el borde de tu cama y en el suelo vi unas zapatillas de estar por casa de mi talla.
Es cierto: ese fue "El momento".
Y desde entonces las dudas, las inseguridades, los devaneos y adversidades cronológicas carecen de sentido alguno en mi interior.
Desde ese momento, lo único que tiene relevancia en mi lógica es lo que es cierto. Y lo cierto es que te quiero.
Sé que no es mucho. Pero este es mi regalo para ti :)